miércoles, 20 de abril de 2016

Se rodó escena entre Ana y Sra. Robinson

Ayer 19 de abril, se rodó en Casa Mia, el cumpleaños de Christian. Al parecer se ha filmado una escena que tod@s esperamos. El momento en el que Anastasia le tira un martini encima a Elena. 

E. L. James usó twitter para darnos la noticia.





Pasaje

Elena entra en la sala con paso muy decidido y expresión tensa y colérica.

Cierra la puerta con cuidado y me dirige una mirada amenazadora.
Oh, no.
—Ana —dice con una sonrisa desdeñosa.
Ligeramente mareada después de dos copas de champán y del cóctel letal que llevo en la mano, hago acopio de toda la serenidad de que dispongo. Tengo la
sensación de que la sangre ha dejado de circular por mis venas, pero recurro tanto a mi subconsciente como a la diosa que llevo dentro para aparentar tanta tranquilidad e indiferencia como puedo.
—Elena —digo con un hilo de voz, firme pese a la sequedad de mi boca.
¿Por qué me trastorna tanto esta mujer? ¿Y ahora qué quiere?
—Te daría mis felicitaciones más sinceras, pero me parece que no sería apropiado.
Y clava en mí sus penetrantes ojos azules, fríos y llenos de odio.
—Yo no necesito ni deseo tus felicitaciones, Elena. Me sorprende y me decepciona que estés aquí.
Ella arquea una ceja. Creo que parece impresionada.
—No había pensado en ti como en una adversaria digna, Anastasia. Pero siempre me sorprendes.
—Yo no he pensado en ti en absoluto —miento fríamente. Christian estaría
orgulloso—. Y ahora, si me disculpas, tengo cosas mucho mejores que hacer en lugar
de perder el tiempo contigo.
—No tan deprisa, niñita —sisea, y se apoya en la puerta para bloquearme
el paso—. ¿Qué demonios te crees que haces aceptando casarte con Christian? Si has
pensado durante un minuto siquiera que puedes hacerle feliz, estás muy equivocada.
—Lo que yo haya consentido hacer o no con Christian no es problema tuyo.
Sonrío dulcemente con sarcasmo. Ella me ignora.
—Él tiene necesidades… necesidades que tú no puedes satisfacer en lo más
mínimo —replica con arrogancia.
—¿Qué sabes tú de sus necesidades? —replico. Una sensación de
indignación arde en mis entrañas y una descarga de adrenalina recorre mi cuerpo.
¿Cómo se atreve esta bruja asquerosa a sermonearme?—. No eres más que una pederasta enfermiza, y si de mí dependiera te arrojaría al séptimo círculo del infierno y me marcharía tranquilamente. Ahora apártate… ¿o voy a tener que obligarte?
—Estás cometiendo un grave error en este asunto. —Agita frente a mí un
largo y esbelto dedo con una manicura perfecta—. ¿Cómo te atreves a juzgar nuestro estilo de vida? Tú no sabes nada, y no tienes ni idea de dónde te estás metiendo. Y si crees que él será feliz con una insulsa cazafortunas como tú…
¡Ya basta! Le tiro a la cara el resto del martini de limón, dejándola empapada. 

—¡No te atrevas a decirme tú dónde me estoy metiendo! —le grito—. ¿Cuándo aprenderás que eso no es asunto tuyo? 

Me mira horrorizada con la boca abierta y se limpia la bebida pegajosa de la cara. [...] 

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